La librería ambulante, Christopher Morley

 La librería ambulante es una deliciosa y ligera novela corta, casi un relato, que nos pasea en un carromato literario por los rurales Estados Unidos de principios del siglo pasado.

Una lectura perfecta para las indolentes tardes de verano, sobre todo en mi caso que, tras salir del atrapante e intenso huérfano de Adam Johnson, necesitaba un soplo de aire fresco.

Se trata de la aventura de Helen McGill, una mujer entrada en la cuarentena que lleva quince años dedicada a su hermano y a la granja de ambos. Un buen día, un extravagante personaje -Roger Mifflin-, se presenta en la puerta de su casa con su Parnaso: un carromato-librería ambulante que tiene en venta, junto con su yegua y su perro.

En un arrebato, y para vengarse de su hermano -que disfruta de sus propias aventuras, descuidando el trabajo de la granja-, Helen compra el lote completo y se embarca en la aventura de la venta ambulante de libros, guiada por Mifflin, una especie de predicador literario que se dedica a promover el hábito de la lectura entre los granjeros.

Es una de esas historias que te dejan el ánimo henchido, aunque suene cursilón, porque te transmiten optimismo y buen humor y, también a tener en cuenta, el amor por los libros es el eje del argumento.

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