Crítica de Todo lo que cabe en los bolsillosTodo lo que cabe en los bolsillos. Eva Weaver

Todo lo que cabe en los bolsillos es un libro emotivo, que refleja con bastante nitidez la terrible experiencia del gueto de Varsovia, el más grande de Europa.

El argumento se desarrolla en dos bloques narrativos; uno dedicado a las vivencias del gueto y otro, a las de los campos de trabajo soviéticos. Dos historias enlazadas por un testigo mudo: una marioneta.

Por un lado tenemos al joven Mika, que junto con su familia se ve obligado a desplazarse al gueto de Varsovia. El adolescente logrará sobrellevar la barbarie impuesta por la Alemania nazi gracias a sus marionetas, con las que repartirá un poco de alegría entre los habitantes del gueto. Sus dotes como titiritero también le acarrearán algún que otro sobresalto.

El otro personaje importante de la novela es un soldado alemán, que al término de la guerra es transportado a un gulag en Siberia, donde se enfrentará a las más duras condiciones físicas y psicológicas.

Quizás lo más singular de este libro sea que nos ofrece en un mismo relato las dos caras de la moneda: la vivencia de la comunidad judía y lo que supuso para muchos alemanes su participación e implicación en el Holocausto. Esta perspectiva me parece interesante. Sin embargo, percibo cierto desequilibrio entre ambos bloques. La narración y caracterización del personaje del joven titiritero está muy elaborada, parece bien documentada y es verosímil. Nos ofrece una visión muy clara del la evolución y los horrores del gueto en sus tres años de duración: las enfermedades, el hambre, las deportaciones y, finalmente, su destrucción definitiva. En cambio, el perfil del soldado alemán es menos sólido y, tanto la evolución de la historia como la del personaje parecen poco sostenibles.

No obstante, es un libro conmovedor en muchos aspectos, y una bonita historia humana sobre la dignidad, la supervivencia, y sobre las secuelas emocionales de experiencias vitales tan extremas.